Nunca antes había tenido en mis manos un bebé, creo que una vez cogí a uno de más de seis meses. Los pelos se me erizaban de pensarlo: cómo lo cojo, a ver si la cabeza se le va para atrás, si se me cae para delante…así que en el último empujón, cuando mi gine me grita: "Mira mira", va y me lo pone encima. Claro, no es el momento de presentar una demora, entre otras cosas porque el cansancio de tanto apretón te ha dejado la neurona fuera de combate. Y esta es la estrategia que tiene la naturaleza para que no puedas decir: Oigan,que yo de esto no…y ya lo tienes encima, te has dejado el miedo en la sala de dilatación y sin darte cuenta, y sin manual, tienes a tu bebé entre brazos, con una naturalidad espasmosa, completamente inimaginada. Claro, como él también es nuevo no se da cuenta que tú no sabes, y si algo no va muy bien, tiene toda la paciencia intacta para decirte que así no me gusta, ponme así, a ver si del otro lado...
"Póntelo en el pecho", me dice la comadrona. Madre mía, que difísil, para esto si que no estaba preparada. Ni me lo había planteado! Suerte tuvimos que el pequeño salió pidiendo la carta de leches, y en seguida que vió la teta ya supo que tenía que hacer con ella. Aquí demostró que venía con la paciencia justa para dos días, los que tardó la leche en subir y yo en encontrar la postura más favorable. A punto estábamos de la rebelión!
